Bermiego pertenece al concejo de Quirós, en la zona central de Asturias. Es un destino muy habitual para los amantes de pueblos singulares y rutas sencillas de senderismo. Si se sale desde Oviedo hay que coger la A-63 Oviedo-La Espina y en pocos kilómetros hay que tomar la salida 9 hacia Trubia por la AS-228.
Mientras se va e en el coche, pensando en descubrir ese maravilloso texu que hace que tanto turismo peregrine hasta su sombra en este pueblo quirosano, bueno es conocer también otra historia que, a buen seguro, emocionará a más de uno. Tras dejar pasarTrubia se continúa por la misma carretera en dirección a Santo Adriano de Tuñón y Proaza para entrar en Quirós. Tras dejar atrás las dos Carangas y la zona del embalse de Valdemurio enseguida se ve la desviación a la izquierda a Bermiego. A Poco más de subir los cuatro kilómetros que conducen a Bermiego, bueno es conocer también la historia del viejo, y ya inexiste, roblón.
Y es que, árboles hay muchos pero es cierto que, algunos, tienen historias peculiares que hacen que cuando los descubrimos, o bien cuando ya no están, como es el caso que nos ocupa, les hacen un poco más singulares. No sólo nos asombramos, en ocasiones, con su impresionante tamaño, también aún más si somos conscientes del valor que tienen para el pueblo en el que echaron raíces y vieron, siglo tras siglo, nacer y morir varias generaciones de vecinos. Todo eso hay que tenerlo en cuenta cuando se llega hasta el precioso pueblo quirosano de Bermiego, soleyero y lleno de rincones con encanto, que se encuentra a una altitud de 750 metros en la ladera oeste del Aramo. La carretera ya permite adivinar, al poco de iniciar el ascenso que, con tiempo despejado, las vistas en sí mismas ya merecen la pena.
Mucha gente va a Bermiego, especialmente, para admirar su precioso tejo o teixo, alejado del centro del pueblo y asomado al paisaje junto a la capilla de Santa María. Ahora bien, bueno es también detenerse, a poco de entrar en Bermiego, en el lugar donde, a principios del siglo XX y antes de partir definitivamente, se despedían de su pueblo cuantos emigraron a Argentina. Allí, en un pequeño alto, en un trozo de prao y un panel indicador con su nombre, se levantó un precioso roble, más conocido como “el rebollu o rebollo” que, al final herido por el tiempo y las enfermedades, terminó cayendo sobre el tejado de la casa sobre la que asomaba su copa, afortunadamente sin tener que lamentar daños personales, en el año 2014.
Cuesta imaginar su grandiosidad en ese espacio vacío por el que hoy pastian las gallinas y, sin embargo, bien merece ser recordado por ser el último confidente de cuantos se fueron más allá del mar, a buscar fortuna. Y es que su último adiós era para el “rebollu”, ese roble entonces más sano y más fuerte, del que se despedían con emoción y con tristeza. “¡Adiós, roble mío. Adiós para siempre. No me olvides, roble querido, que yo no te olvidaré!” me recordaba en su día Alegría García Álvarez, vecina de Bermiego y fallecida hace unos años, aún con emoción en la voz. “De aquí marchaban hasta cuatro y cinco personas por familia a Buenos Aires. Algunos hasta niños que iban con lo puesto, que era casi como si marcharan pa´l cementerio”, añadía. Hoy y entre otros vecinos, gracias también a esta mujer, cada vez son más los que saben de esta historia, incluido quien ahora lee estas líneas, dispuesto a disfrutar del lugar que pisa, descubriendo no sólo un bello paisaje, también las historias que de verdad importan porque te hablan del lugar que estás pisando.
Y luego, por supuesto ¿Cómo no rendirle pleitesía al hermoso y monumental tejo que nos espera, como a todos, tras dejar atrás las últimas casas y bajar hasta cerca del cementerio?. Estoy seguro que también iría su recuerdo en el corazón de los emigrantes una vez que se descubre lo hermoso que es y la vida que transmite. También llamado “teixu l´iglesia”, es uno de los árboles de más edad de España pues se la estiman entre los 550 y los 800 años además de ser también uno de los de mayor tamaño con 7,13 metros de perímetro en el tronco, 13 metros de altura y 15 metros de diámetro en la copa. Al igual que el rebollu, fue declarado Monumento Natural el 27 de abril de 1995. El teixo de Bermiego no es sólo un árbol para ir a hacerse la fotografía y marchar corriendo. Al contrario. Allí hay que quedarse un rato y disfrutar de todo lo que este lugar transmite gracias a ese árbol emblemático para los asturianos y protagonista de muchas leyendas de magia, libertad y amor por las raíces.
Vaya así este recuerdo al “Rebollu” de Bermiego a quien, justo unos meses antes de caer, tuve la oportunidad de hacer la fotografía que ilustra este artículo donde hoy sólo se le recuerda con un cartel, y un prao totalmente vacío.